Ni recuerdo el comienzo de nuestro idilio, posiblemente fue en casa de mis padres hace ya muchos, muchos años. Amor odio desde entonces. Me has producido mucho placer, por eso te tengo en mi agenda con negrita. Me has llegado a dar asco cuando te he visto prostituida. Te he buscado y encontrado, me has decepcionado, me has emocionado, me has traicionado y es que a veces me sorprendes con extraños acompañantes.
No hace mucho reventaste Twiter, llegaste a ser trending topic a cuenta de una extravagante y particular interpretación que hicieron de ti en lugares lejanos a tu hábitat natural. Guardia Civil y Policía Nacional salieron en tu defensa.
Participas orgullosa en concursos organizados por congresos gastronómicos donde te pones en manos expertas y te codeas con las y los grandes.
Has estado, con tu humildad a cuestas, en mesas cubiertas por finos manteles de hilo, en otros más corrientes de hule, incluso al aire libre en mantas de pastoras. Has sido recurrente en salidas familiares al monte y a la playa. Te he visto en parques de atracciones, en boleras, en aviones y trenes. Luces con papel protagonista en barras de bares de carretera, tascas, tabernas y modernos gastrobares.
De ti hablan sin tapujos ilustres personajes, obreros de buzo y chaleco antirefletante, encorbatados, actrices, modelos de alta costura, rockanroleros y raperas… Injustamente se olvidó de ti Vainica Doble en su canción “Con las manos en la masa”.
Me cuentan que también se te ve mucho por esos campos de fútbol e incluso te has puesto en manos de cocineros pakistaníes, bien aconsejados, en campamentos base de la cordillera del Himalaya. Sé que eres conocida en medio mundo, no siempre comprendida, no siempre bien interpretada.
Mucha gente te pone a parir por tus provocaciones; no les gusta que te adornes con liliáceas o que compartas tus interiores con solanáceas de todos los colores. Me resultas apetecible con manchas verdes, con manchas rojas o con ambas, dando aspecto pecoso y colorido a tu piel. Te he visto altanera entre multicolores compañeros de barra, humeante y recién parida. Te he encontrado con tu piel morena, tostadita, otras pálida o del color que produce la ictericia, pero pletórica de sabor. A veces me pareces equilibrada y otras loca de atar. Has estimulado mi olfato, no siempre con resultados agradables y es que eres intolerante a sucias grasas reutilizadas.
Tengo que decirte que, en ocasiones, te veo por ahí pintada con trazos de brocha gorda. Sufro al verte momificada en los lineales de los congelados y precocinados. Seca, como una mojama. Menos mal que no te vi en aquel intento de agrandarte hasta límites insospechados en Gasteiz. Se que no te sentiste cómoda ante miles de miradas curiosas. Tu eres mucho más discreta. Me contaron, los que te vieron, que faltaron a tu buen nombre, a tu honor, a tu dignidad, a tu identidad. Me lo dijo gente de fiar.
Te han manipulado hasta llegar a deconstruirte. Intentado separar tu ADN. De aquello han pasado más de 20 años; pocos son para saber si aquella fórmula será bien tratada por la historia.
No entiendes de frecuencias, megahercios, ni radiaciones, no te gusta que te encierren en cajas metálicas durante unos segundos. Muchas han sido las veces que me has contado lo que odias los microondas.
Algunos desafiamos a la salmonelosis, y te disfrutamos chorreante, húmeda de huevos frescos, poco cuajada… de la huevina no quieres ni hablar.
Cuando te veo pletórica en algunos lugares en los que me gusta quedar contigo, la dopamina se libera en mi cerebro y comienza a hacer estragos placenteros en mi organismo. Eres un buen estímulo para mis sentidos. Buscándote he hecho tránsitos y kilómetros norte-sur-este-oeste con el fin de ver y engullir tu cuajo sublime.
Somos muchos tus adictos. Eres objeto de deseo. No me doy por vencido; la búsqueda de tu perfección continúa, mi querida Tortilla de Patata.