Después de leer el artículo publicado en El Correo titulado “más que nunca, platos de cuchara”, me vienen a la cabeza algunas reflexiones. Tengo que decir que soy un loco de este tipo de platos. En verano siempre estoy dispuesto a sudar un poco con esos suculentos marmitakos, o esas pochas que mi amiga Montse me trae de Abaigar en Navarra, preparadas con cuatro verduritas unas veces o acompañadas por codornices en otras ocasiones, o cuando llego a casa en esos días de fuerte canícula abrir la nevera y directamente del recipiente beber un refrescante gazpacho. Y que os voy a contar del invierno cuando apetecen esas sustanciosas alubias, eso sí, acompañadas religiosamente de todos sus sacramentos. De Tolosa, pinta alavesa, fabes y verdinas asturianas, de la granja… todas me parecen exquisitas. El recuerdo que tengo de niño y no tan niño de los potajes de vigilia que preparaba mi madre los viernes. Caldos que templaban el estómago acompañados por un simple trozo de pan y un poco de zancarrón, que hace años tomaba en la Venta de Mandubia, camino de Azpeitia. Cocidos montañeses que comíamos en Casa Cofiño, en Caviedes a la vuelta de las vacaciones en Asturias. El capricho que nos dimos comiendo una fabada en el restaurante La Campana en Pruvia-Llanera, uno de los más reconocidos restaurantes en la preparación de este condumio, que nuestra hija que tenía entonces unos 7 meses se empeñó en no dejarnos disfrutar. Los potentes cocidos lebaniegos de Potes. Y ¿ qué voy a contar yo de esos platos dónde la patata adquiere protagonismo?. Esas patatas a la riojana, o guisadas con bacalao, o las olvidadas patatas a la importancia… Todos estos potajes, guisotes y sopas han ido desapareciendo poco a poco de nuestra dieta básica.
La falta de tiempo debido a cuestiones laborales, la pereza muchas veces o las distancias que recorremos diariamente para acudir al curro, son los motivos por los cuales este tipo de platos cada vez son menos consumidos.
Con respecto a la alta gastronomía, entre tantos laboratorios culinarios, gastronomía molecular, cocina high tech, y experiencias tecno-emocionales o conceptos como el de esferificación, deconstrucción, gelidificación o nitrógeno líquido, desconocidos hasta hace unos años, los platos clásicos de cuchara han desaparecido, salvo en honrosas excepciones. Pocos son los que se han preocupado de mantener, o reinventar esa cocina de la memoria, y cuando la han reivindicado se han creado fuertes polémicas. Si algo tiene de bueno la tan manida crisis es el regreso de todos estos platos a las cartas de los restaurantes, y hay que reconocer que algunos nunca los olvidaron. Parece que ya no es tan difícil encontrar unos buenos callos con morros o unas patatas a lo pobre con hongos o unas alubias pintas.
“La buena comida es la que se defeca”, fue el grito de guerra del desaparecido y provocador Santi Santamaría en una polémica conferencia que pronunció en “Madrid Fusión” en 2007, y creo que todos estos platos cumplen este axioma. ¿Vendrán tiempos de dejar de valorar la novedad por la novedad?
Bienvenida sea la ancestral cuchara.
¿Y qué me decís de las lentejas, las eternas olvidadas…?
http://www.lomejordelagastronomia.com/editorial/lentejas-que-tiene-que-decir-la-alta-cocina