Han dejado de hervir las ollas en Can Fabes. En la cocina ya no huele a las setas frescas recién recogidas por los boletaires del entorno del Montseny, que tanto le gustaban a Santi Santamaría. Leo en la prensa que el 31 de agosto ofrecieron en el restaurante su último servicio. No han superado estos convulsos tiempos de jodida crisis, una pena.
Nunca estuve en Can Fabes, ya me hubiera gustado. A Santi Santamaría le seguí a través de sus colaboraciones en prensa y sobre todo leyendo y releyendo su libro “La cocina al desnudo”. Aprendí y descubrí con los escritos de este provocador cocinero muchos aspectos para mí desconocidos del mundillo de la alta cocina. Este tipo valiente no dejó títere con cabeza, atreviéndose a cuestionar y criticar duramente, siempre a contracorriente, la modernidad culinaria representada por la cocina molecular, tecno-emocional, inventada y seguida por muchos de sus colegas. Se consideraba a sí mismo como un anti-moderno. Defensor del producto de temporada, del calendario que marcan las estaciones, de los productos ecológicos, de las variedades autóctonas de frutas y verduras, de la sostenibilidad en la cocina, del cuidado de los productos en su selección y manipulación. Contrario al uso y abuso de sustancias químicas de síntesis producidas en laboratorios, léase gelificantes, emulsionantes, estabilizantes…Santi siempre defendió con pasión y sólidos argumentos su ideario, a costa de ser duramente criticado por parte de críticos gastronómicos y grandes chefs. Desgraciadamente Santi Santamaria murió hace dos años y medio, no así sus valores e ideales en la cocina, que su familia y su equipo han sabido mantener hasta el último servicio. El cierre de este gran restaurante, estoy seguro, es motivo de tristeza para todos, incluidos sus más acérrimos detractores. De todos menos de un descerebrado llamado Salvador Sostres. Este personajillo, poseedor de una mente sucia y perversa, unos días después de la muerte del polémico y culto cocinero se atrevió a publicar en su blog, con muy mala leche, como acostumbra: (…) ha muerto Santi Santamaria, un cocinero mediocre, sobrepasado por las circunstancias, y una muy mala persona. Una persona nefasta. La persona horrorosa que era, que vivió del resentimiento y del ansia de venganza. (…) se ha muerto sin dejar nada, ninguna idea, ninguna aportación, ninguna técnica. Nada de nada. Un vacío total. Solo la mala leche, solo el resentimiento. Solo el vacío que deja, cuando se va, la mala gente. El vacío sucio e inhóspito, tan desagradable, tan mezquino…
Mientras Santi denunciaba públicamente la ética de las grandes empresas de comida rápida, este individuo declaraba en una entrevista: (…) Tengo un total cariño, reconocimiento y respeto por McDonald’s. Y no lo tengo por Santi Santamaría…Aparte te diré que iría mil veces antes a McDonald’s que a comer de Santi Santamaria.
Mientras Santi se dedicaba a escribir con criterio, argumentos y mucho respeto sus colaboraciones en prensa y sus ensayos, este individuo ha ido vomitando opiniones fascistas y misóginas como:.. Lo de Haití es un drama pero el mundo, a veces, hace limpieza (refiriéndose al terremoto de Haití). Sin rubor también comentaba en un programa de televisión: “las mujeres no tendrían que poder entrar en restaurantes de más de cien euros».
Mientras Santi defendía y amaba la cultura catalana, el universo local de la cocina mediterránea y lo ponía en práctica en Can Fabes este experto en escupir palabras sin clase ni categoría intelectual decía un día después de su muerte:… el cocinero Santamaria -el restaurador Santamaria, para decirlo tal vez de una forma más exacta- murió el 2001 atropellado por la esferificación, atropellado por el talento de Albert y de Ferran Adrià. Por la superación de la cocina local y localista, por la superación de la cocina tradicional y artesana, y por la eclosión del arte y del artista, de la cocina basada en la inteligencia y en la creatividad, en el talento y en la sensibilidad.
Los escritos y opiniones de este personaje me producen el mismo efecto que una docena de ostras en mal estado, así que aún pudiendo seguir, ya que el mencionado ha ido dejando multitud cagarrutas intelectuales, no lo hago por miedo a ensuciar el teclado de mi portátil.
La visión de Santi Santamaría, no solo de la cocina sino de todos los aspectos que conforman la vida era, como se diría en el argot cinematográfico, una visión de gran angular, con mucha profundidad de campo, donde gracias a su mayor ángulo de visión se abarca mayor porción de escena desde una distancia más corta.
Una pena el cierre de Can Fabes.